¿Son las
etiquetas buenas, malas o útiles? La gran respuesta es que tendremos un caluroso
debate.
La
estudiante está frente al maestro y aun cuando quisiera que la clase fuera
diferente ella sabe y entiende por su experiencia que es él quien tiene el
control y el conocimiento. Por lo tanto, también tiene el sartén por el mango.
Por su
parte el maestro quisiera que sus alumnos fueran más participativos y dejaran de
depender de él para recibir la mayoría de información en el aula.
Sin embargo,
está el problema que desde mucho tiempo hemos tenido tiene que ver con las
etiquetas.
En otras
palabras, con los convencionalismos que hemos ligado a esas señales, pero a
veces esas señales son obsoletas o innecesarias para generar cambios.
Son
obsoletas cuando necesitamos maestros con actitudes diferentes que inviten a
los alumnos a pensar y no solamente a ser receptores de conocimiento como lo
criticó Paulo Freire en su libro Pedagogía
del Oprimido o cuando se necesitan alumnos que hablen para expresar sus
necesidades de aprendizaje en un ambiente muy cambiante.
La
situación es que seguimos teniendo prácticas que mantienen a los jóvenes como
esclavos de las ideas de otros.
Una
sacudida para ambas partes no sería mala opción como tampoco lo sería dejar de
pensar en la utilidad de las etiquetas para darnos señales.
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