domingo, febrero 04, 2024

Un viaje a través de las páginas (Cuento)

Érase una vez en un pueblo muy limpio, donde al fondo de una de sus calles, se veía a un niño con poca ropa. Su nombre, Roberto. El niño vestía así porque pertenecía a una familia sumida en la pobreza. Su padre, enfrentando problemas de alcoholismo, dilapidaba el escaso dinero que ganaba en la bebida. Además, la madre tenía la responsabilidad de cuidar a los otros seis hermanos de ese pequeño, lo que significaba que el poco dinero debía usarse principalmente para la comida. Si sobraba algo, se destinaba eventualmente a la compra de ropa usada. Los menores eran los menos afortunados, ya que tenían que conformarse con prendas ya usadas por los mayores durante años. La misma dinámica se repetía con las escasas cosas que tenían en casa como juguetes viejos o muebles desgastados.

A pesar de la pobreza que rodeaba a la familia Roberto, la casa albergaba libros. Estos objetos llegaban a la familia gracias a la madre, quien los recolectaba cuando podía, ya fuera en lugares donde trabajaba o gracias personas generosas que los regalaban, e incluso los encontraba abandonados en la calle. A pesar de la situación de pobreza, la casa mantenía su limpieza. De alguna forma, esa era la manera en la cual la casa llevaba una característica similar a la del pueblo.

Por otro lado, los habitantes del pueblo compartían un amor por la lectura. Cuando la gente viajaba en autobús, solía sumergirse en la lectura, ya fuera un libro o el periódico semanal, informándose sobre eventos no solo en el pueblo, sino en los pueblos aledaños. En esa comunidad, las novelas eran las preferidas; algunos se interesaban por la ciencia y unos pocos por la filosofía. Estas historias daban sabor a sus vidas, retratando situaciones que los habitantes experimentaban, y buscaban respuestas en cada página. Sí, los lectores buscaban desenlaces para sentirse reflejados de alguna manera en esas historia. Algunos querían experimentar una aventura; otros, anhelaban un final feliz.

Aunque la madre de Roberto no sabía leer, entendía que los libros brindaban esperanza, observando las emociones que despertaban en aquellos que los leían. Cada vez que alguien llevaba consigo un libro, una sonrisa o un llanto acompañaban su lectura. En otras palabras, los libros evocaban sentimientos, transportando a las personas a otras realidades a pesar de estar inmersas en la cotidianidad.

Lo que la madre de Roberto anhelaba, a través de los ojos de su hijo, era que la familia pudiera explorar otros lugares, experimentando emociones diferentes a las que les imponía la pobreza. Sin embargo, ella se enfrentaba al desafío de cómo lograr que Roberto aprendiera a leer.

Aunque la escuela parecía la opción natural, las limitaciones económicas lo impedían. Muchos niños, llenos de esperanza, asistían a la única escuela del pueblo con la expectativa de aprender, pero la falta de dinero para uniformes y materiales escolares, como cuadernos y lápices, obstaculizaba el camino de Roberto. Además, la madre sabía que la entrada a la escuela expondría a Roberto al rechazo, ya que ella misma había experimentado el desprecio debido a su apariencia con ropa desgastada, zapatos rotos y rostro cansado por el constante trabajo en su casa y en ocasiones, fuera de ésta.

La madre, en su búsqueda constante de libros, un día se acercó a una mujer que estaba sentada en un parque, leyendo. Aunque la madre no podía leer, intuyó por la expresión de la mujer que ese libro podría cambiar la vida de su hijo. La madre se acercó lentamente y preguntó por el título del libro. La lectora se dio cuenta que la madre no sabía leer. Así, al percatarse de la situación, la lectora decidió leer en voz alta la portada, sin hacer sentir mal a la madre. Intrigada por el motivo de la pregunta, la lectora indagó sobre el propósito de conocer el título sin saber leer. La madre explicó que soñaba con ver a su hijo aprender a leer y expresar las emociones que la lectora experimentaba. Conmovida, la lectora ofreció enseñar a Roberto a leer, pidiendo solo una hora diaria en su casa.

La madre, incrédula, argumentó que no podía pagar por ese tiempo, pero la lectora insistió en que lo hacía por el deseo de ayudar. Consciente del poder transformador de los libros, la lectora vio la oportunidad de cambiar no solo el futuro de Roberto, sino también el de toda la familia, siempre y cuando continuaran apoyándolo a pesar de sus difíciles condiciones. La madre, entre lágrimas, aceptó la generosa propuesta, marcando así el comienzo de una transformación en la vida de Roberto.


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